¡Oh manantial incierto de realidad mundana que
quiebras el espejo de las cotidianeidades! Sé que a ti no te conmueven los
campos azules de lino henchido, ni los trebolares tibios salpicados de abejas y
mariposas, ni el becerro tímido que llama a la vaca negra que se halla pastando
con su oreja atenta. No te conmueven los lobos que fenecen tras brutal e
impiadosa faena, ni los cisnes que se quedan sin lagos, ni los colibríes que
ven morir la flor, ni el águila prisionera que llora su sentencia. No te
conmueven ni las ovejas ni sus blancos corderos, ni el canto de la perdiz que
busca su alimento cuando cae la tarde, orillando los sembrados. No te conmueve
el viejo sauce con sus raíces desnudas a la vera del arroyo seco, ni te
conmueve mi pequeña huerta de frutos coloridos que colman mi mesa y a veces la
ajena.
Realidad: A ti no te conmueve el hambre de los pobres
y olvidados, ni los pies descalzos y fríos de los niños que vagan mendigando.
Tampoco te conmueve el llanto del huérfano que se quiebra en la desdicha
solitaria, ni el vacío de las madres sin sus hijos, ni el cadáver, ni el
féretro, ni los deudos, ni la viuda que toda guerra propicia.
Realidad: Tú solo caes sobre la indefensión de la
gente, sobre sus vidas y sobre sus muertes, sobre sus miserias que acrecientas,
sobre las guerras y sus consecuencias. Caes sobre las manos inocentes de las
criaturas, atraviesas sus ojos segándole la alegría y les rompes las rodillas
para que se inclinen ante la barbarie, la mentira y la desidia.
Sencilla y lapidariamente, realidad, eres una falaz
cortina, porque aunque duelas y claves tus flechas de herejía, no eres más real
que tu porfía fabricada atroz y ficticia. Aunque demuelas los corazones en la
pena y aunque pises las flores de esperanzas venideras, no podrás jamás echar
por tierra, esa virtud tan ponderable que el humano ostenta a pesar de sus
escasas hélices, que es la paciencia y le da fuerza y resistencia para comenzar
de nuevo.
Quiero aclararte un misterio: Si al mirarme hallas en
mi haber los brotes nuevos, es porque cada herida que has abierto en mi
costado, fue soplada por la luz del Universo, que vive en mí y en las
cicatrices que florecen.
Realidad, otro secreto que se desvela en este tiempo: Existe
otra que, solemne, es una nueva realidad que nos promete y nos aguarda en el
futuro para ungirnos en la meta verdadera. Y siendo así, dejará el hombre de
ser el mal provecho de manejos detestables y perversos, para iniciar una etapa
que renueve a nuestra raza abanderando sus conciencias.
María Inés
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