La tarde se mece en el índigo del
Mediterráneo
la brisa besa la arena tersa y
blanquecina
una mano invisible, nostalgiosa y
solar
barre la costanera y yo te pienso
en el malecón
El cielo huye herido ante mis
ojos secos
lloro por dentro, casi es un
lamento
en que la hora crepuscular rueda
desnuda
en la ternura que se viste de
desolación
A lo lejos, blancos edificios me
saludan
poblados de un enjambre de
ventanas encendidas
repito varias veces tu nombre,
muy bajito
para no despertar las letras que
lo habitan
Te veo venir en el horizonte
pálido del recuerdo
y la marea de cristal aumenta y
llega con fuerza
me tiemblan las manos por
alcanzarte, ansiosa
pero en la bruma fenece abrupta,
tu figura hermosa
Se han ido los buques y los
veleros a otros puertos
el mar bulle de olas hacia abajo,
en secreto
¿por qué no vienes, si sabes que
te espero?
¡vengo puntual y a tiempo para el
beso!
Suena lejana la sirena de algún
barco
el faro irradia su luz sobre
peñascos
y resignada regreso a mi refugio
que me aguarda en los corales,
bajo el agua
Cuando me duermo entre las
caracolas blancas
me llega la canción que me
cantabas
la han aprendido los delfines y
las algas lacias
y en ella se repite que me amabas
María Inés
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