He cultivado un jardín de
estrellas
entre el sesgo abrupto de las
piedras
allí en lo alto del gris
acantilado
mi corazón obró febril este
legado
Viento de cumbres redondas y
silvestres
fue tu voz que me advertía no
siembre
pero la luz de la semilla de
campanas
se abrió por sí sola a las
quimeras
Allá, lejanas las casas, se
arraciman
dormidas como copas de misterios
donde el vino profundo de la vida
corre oscuro de dolor o de
consuelo
Inmóvil, indecisa ante la aurora
he visto despeñarse los guijarros
y expuestas han quedado las
raíces
ante cualquier afán de gloria
Gloria de amar las cosas por su
nombre
sin falsos rótulos, ni egoísmos
tontos
amando con el alma abierta al
hombre
aun a costa de mi propio nombre
Es hora de guardarse en el
silencio
mis flores de cielo ya se duermen
he de cubrirlas con edredón de
fuego
el resto que me queda y ya no
quiero
Alguien sabrá cuando me vea
serena
que si hoy cultivo flores en la
tierra
es por amor a las semillas
ciertas
para honrar la vida hasta que
muera
María Inés
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