jueves, 22 de septiembre de 2016

Silencio de la sangre


He cultivado un jardín de estrellas
entre el sesgo abrupto de las piedras
allí en lo alto del gris acantilado
mi corazón obró febril este legado
Viento de cumbres redondas y silvestres
fue tu voz que me advertía no siembre
pero la luz de la semilla de campanas
se abrió por sí sola a las quimeras
Allá, lejanas las casas, se arraciman
dormidas como copas de misterios
donde el vino profundo de la vida
corre oscuro de dolor o de consuelo
Inmóvil, indecisa ante la aurora
he visto despeñarse los guijarros
y expuestas han quedado las raíces
ante cualquier afán de gloria
Gloria de amar las cosas por su nombre
sin falsos rótulos, ni egoísmos tontos
amando con el alma abierta al hombre
aun a costa de mi propio nombre
Es hora de guardarse en el silencio
mis flores de cielo ya se duermen
he de cubrirlas con edredón de fuego
el resto que me queda y ya no quiero
Alguien sabrá cuando me vea serena
que si hoy cultivo flores en la tierra
es por amor a las semillas ciertas
para honrar la vida hasta que muera


María Inés             

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